Habló la hija del florense que mató a su hijo e hirió a su esposa en Azul

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“Cuando estaba contra el patrullero, que la Policía ya lo había agarrado, no se le cayó una puta lágrima después de haber matado a su hijo”, dijo ayer Regina Castañares sobre lo sucedido el pasado lunes en una casa del Barrio “Alfonsina Storni”. En ese lugar, el padre de la entrevistada mató a uno de sus hijos e hirió a su esposa, en ambos casos utilizando una escopeta. ”Ya pasó lo que no tenía que pasar. Lo único que pido es que no lo dejen salir más”, declaró también la joven con relación a su padre, el autor de este drama familiar.
Regina Castañares tenía trece años cuando dejó de decirle papá a su papá. A partir de ese entonces, el albañil que está detenido desde el pasado lunes, cuando provocó una tragedia familiar en la casa de la que días antes había sido excluido por una decisión judicial y mató con una escopeta a uno de sus hijos e hirió a su esposa, pasó a ser para ella simplemente “Juan”.
La letra chica del perfil de esta joven de 26 años, en lo que específicamente tiene que ver con los motivos por los cuales comenzó a llamar así al padre desde cuando ella se asomaba a su adolescencia, incluye varios capítulos de una truculenta historia familiar.
Es la misma trama que seis días atrás terminó de la peor manera para toda su familia: hoy uno de sus hermanos está muerto, la mamá de la joven continúa evolucionando de las heridas que sufrió y su papá está preso.
El caso llegó a convertirse en noticia hasta para la prensa nacional, que rápidamente olfateó que en Azul había para contar una de esas historias de las que suelen nutrirse habitualmente los noticieros de la televisión argentina en sus horarios centrales de emisión.
Esa efímera repercusión que hoy ya no tiene lugar en los medios masivos de comunicación es indirectamente proporcional al dolor que todavía invade a esta familia azuleña, pasajeros todos de una tragedia que, cuando ahora ya los hechos se consumaron y es hasta fácil y simplista escribirlo, se podría haber evitado.
En ese contexto, Regina es la única que hasta el momento -según ella lo admitió ayer en esta entrevista con EL TIEMPO que se extendió por más de una hora- tiene la fuerza de voluntad suficiente para hablar.
Entre lágrimas que inundaban a cada instante su rostro, contó cómo ella se convirtió en una de las víctimas de una trama marcada por la violencia familiar y de género, los denominadores comunes para que el lunes pasado su papá, ese al que llama “Juan”, terminara haciendo lo que hizo.
Un retrato de familia
Cuando el albañil Juan Carlos Castañares, oriundo de la ciudad de Las Flores, pero que residía desde hace tiempo en Azul conoció a quien sería su esposa, Norma Isabel Luna, una empleada doméstica y catequista de 48 años de edad, la mujer ya tenía un hijo de un año.
Castañares lo reconoció como suyo. Actualmente, ese hijo vive en Brasil, adonde meses atrás se había ido como mochilero.
Con el paso del tiempo, los novios se convirtieron en un matrimonio y tuvieron tres hijos más: Pedro Gabriel, que tenía 27 años cuando el pasado lunes su papá lo mató de un disparo; Regina y un varón más, actualmente de 17 años.
Un colectivo fue el primer hogar de esa familia que se fue agrandando con el transcurso de los años. Y el matrimonio y sus hijos supo vivir también en los barrios San Martín de Porres y Villa Giammátolo, hasta que en 1992 les otorgaron esa casa en el complejo habitacional Alfonsina Storni -también conocido como 120 Viviendas- donde el lunes pasado ocurrió este drama familiar.
En medio de todo eso, la mamá de Regina trabajó siempre. Primero en EFASA. Actualmente, como empelada doméstica y cuidando a una anciana, labores desarrolladas en forma paralela a la de catequista en la capilla de Monte Viggiano o en el centro Santa Teresa, situado en la calle Industria y Salta de Villa Piazza Norte.
Castañares padre siempre fue albañil, al tiempo que fue cayendo en una profunda adicción por el alcohol, según relató ayer su hija Regina.
Eso se convirtió en un lastre demasiado pesado para él. Una situación que nunca pudo superar, más allá de infinitas promesas, y lo convirtió en el depredador de su propia familia.
“Hacía años que estábamos con este problema. Desde que yo era chica él tomaba. Se levantaba y se acostaba con un vaso de vino. Nosotros lo padecíamos. Cuando estaba bien, estaba bien con todos. Pero cuando tomaba o venía de por ahí, porque también le encantaba jugar a las cartas y capaz que toda la semana estaba esperando para cobrar e ir a gastarse toda la plata al boliche, nos ponía mal a todos”.
A diferencia de su mamá, que soportó años de silencio, Regina siempre enfrentó a su papá. Y ese enfrentamiento fue el que hizo que cuando ella tenía tan sólo trece años de edad comenzara a llamarlo por su nombre de pila, “Los recuerdos que tengo de mi infancia son de él gritando o viniendo borracho. Jamás me pegó, pero llegó a decirme que no me había querido tener cuando se enteró de que yo iba a nacer y a ser mujer”.
La joven admitió que su papá tampoco les había pegado ni a su madre ni a ella ni a sus hermanos, aunque no dejó de describir que en el hogar se respiraba un contexto de violencia verbal y de amenazas permanentes cada vez que el albañil tomaba.
Excluido
Pero no hace muchos días hubo un cambio de postura, sobre todo en la mamá de Regina. Un nuevo incidente sucedido la noche en que a la joven su novio y un grupo de amigos le estaban festejando su cumpleaños número 26 implicó que Castañares padre amenazara con una cuchilla a uno de los amigos de su hijo Pedro Gabriel, el cabo del Ejército al que todos conocían como “Tchami”.
Tras ese primer incidente, el albañil la llamó a su esposa, que de noche cuidaba a una anciana, para decirle que sacara todas las cosas de la casa, ya que tenía previsto prenderla fuego.
Esta vez, a diferencia de ocasiones anteriores, Regina y su hermano Pedro convencieron a la madre para que denunciara a su esposo. Y así fue.
Una presentación en la Comisaría de la Mujer dando cuenta de lo que había pasado en esa casa ubicada en una de las esquinas de Rauch y Tapalqué -vivienda donde Regina vive con su novio en la parte de atrás y su hermano Pedro estaba haciéndose la suya, después de que se había separado- se tradujo días más tarde en una decisión judicial mediante la cual el albañil debía irse del hogar, además de que pesaba sobre él una absoluta prohibición de mantener contacto con su esposa.
“Mi mamá me preguntó si hacía la denuncia y yo le dije que sí. Así, podíamos estar tranquilos. Ella nunca lo había denunciado antes por vergüenza de lo que dirían. Hasta hoy, de grande, me cuenta cosas que ella vivió, pero que prefirió no decir y se bancó sola todos estos años. Nosotros lo estábamos padeciendo en la casa. Mi mamá nunca habló por vergüenza. Todos fuimos víctimas de eso que él nos hacía”.
El mismo día en que la Policía hizo efectiva la orden judicial, Regina contó que su papá regresó en dos oportunidades. Además, ya durante la madrugada del día siguiente, lo descubrió en el patio de la casa, con un cable anudado a su cuello y amenazando con suicidarse.
“Yo le dije que ya había llamado a la Policía. Se estaba queriendo ahorcar. Le dije que hiciera lo que quisiera, pero que no nos siguiera cagando la vida. No quería que se ahorcara delante de mí, porque sabía que me iba a hacer mal. A pesar de que yo le decía Juan, cuando él estaba bien yo quería estar ahí, hablar con él. Cuando le dije que iba a venir la Policía se bajó y me dijo: ‘Ya van a tener noticias mías’. Y se fue caminando”.
Antes de que un móvil policial llegara hasta la vivienda, Castañares padre ya se había ido sin rumbo conocido del lugar, después de saltar un paredón.
En ese entonces, el hombre la señalaba con la principal responsabilidad por todo lo sucedido a su esposa. Y más allá de la prohibición que tenía de acercarse o mantener contacto con ella, la llamó por teléfono, la siguió y la fue a esperar a uno de los lugares donde la catequista trabaja.
En una de esas ocasiones, Luna tuvo que regresar a su casa acompañada por la Policía. En otras, era la propia Regina la que la acompañaba y quien intercedía, en caso de que su papá apareciera, para que dejara de amenazar a su madre.
“Yo toda la vida lo enfrenté porque a mí, desde chica, siempre me echó. Pero yo le decía que no me iba a ir. Yo no iba a dejar que nos denigrara como si nosotros fuésemos los culpables de todo. Mi mamá era la que pagaba las cuentas y mantenía la casa. Él, cada vez que cobraba, se iba y se gastaba todo en la timba o tomando”.
Siempre quedó a resguardo de todo el hijo más chico del matrimonio, el varón que tiene 17 años de edad.
“Como él era el único que no le hacía frente, Juan decía que nos iba a matar a todos y que se iba a quedar en la casa sólo con mi hermanito”, contó también ayer Regina.
El día en que pasó lo peor
El lunes pasado, a media mañana, la tragedia familiar en la casa de los Castañares se convirtió rápidamente en noticia.
Las primeras informaciones indicaban que un hombre había matado a escopetazos a uno de sus hijos y que, también con ese arma de fuego, quiso asesinar a su esposa, de la que estaba separado de hecho y tenía una orden desde la Justicia que le impedía mantener contacto alguno o acercarse a ella.
Al menos hasta ayer, ni Regina ni su mamá, a la que le dieron el alta el miércoles pasado desde el Hospital Pintos, saben cómo hizo el albañil para ingresar a la casa en momentos que ambas no estaban.
A eso de la hora diez del pasado lunes, cuando las dos volvían de sus respectivos trabajos, ni bien ingresaron a la cocina de la casa, sorpresivamente, se encontraron con Castañares padre, en ese entonces armado con un rifle de dos caños yuxtapuestos.
“El mismo día en que pasó todo, nos decía que esto era ‘lo que ustedes querían’. Cuando estaba contra el patrullero, que la Policía ya lo había agarrado, no se le cayó una puta lágrima después de haber matado a su hijo. Yo le preguntaba por qué nos había vuelto a cagar la vida”.
Cuando Castañares padre ingresó a la casa aún su esposa y su hija no habían regresado. Su hijo más chico dormía en una de las habitaciones con un amigo. Y “Tchami” lo hacía en otra.
Para cuando irrumpió en la cocina con la escopeta horas más tarde, estaban su esposa y Regina y Pedro, dos de sus hijos.
Antes de que todo pasara, el amigo del hermano menor de la joven le dijo que a eso de la hora ocho ya estaba el albañil en la vivienda.
“Ese chico me contó que lo había visto en la cocina y que le dijo que se fuera a la pieza y lo cuidara a mi hermanito”.
Horas después, ni bien ambas llegaron a la casa, ella y su mamá se sentaron en torno a la mesa que está en la cocina.
“Esa misma mañana me acuerdo que mi mamá me dijo que hacía dos días que no se sentía observada ni perseguida. Yo digo que esto él lo tenía planeado. Entró con la intención de matarnos a los tres”.
Al primero que le disparó fue a su hijo de 27 años. Pedro Gabriel “Tchami” Castañares resultó gravemente herido en su región abdominal. Y se desplomó en el piso hasta que, minutos más tarde, una ambulancia fue a buscarlo para trasladarlo al Hospital Pintos, donde finalmente murió.
Regina escuchó dos disparos desde afuera de la casa. Según dijo, inmediatamente salió a pedir ayuda al observar a su papá con intenciones de matarlos a todos.
Un patrullero que casualmente pasaba por el lugar fue el primero en acudir a la vivienda escenario de este hecho.
Para ese entonces, la mamá de Regina, herida en una de sus manos -cuando tomó el caño del arma que portaba su marido- y sobre la cintura, en uno de sus costados, había alcanzado a salir de la casa, mientras en el interior yacía aún tirado en el piso su hijo.
Los efectivos de seguridad lograron detener inmediatamente a Castañares padre, después de que forcejeara con el novio de Regina y que también su hijo más chico intentara frenarlo en medio de esa escena truculenta.
“Él apareció con el arma cargada y creo que nos dijo a los tres que íbamos a morir como unos perros. Cuando lo vi, tenía los ojos como transformados, estaba fuera de sí. Estaba decidido a matarnos”.
“Ahora hay que seguir adelante”, sostuvo la joven con relación a lo que vendrá. ”Ya pasó lo que no tenía que pasar. Lo único que pido es que no lo dejen salir más. Nosotros queríamos estar tranquilos. Lo que no queríamos era esto que pasó. Era cuestión de que hicieran algo porque él era un tipo enfermo. Y a nosotros nos mató en vida”.
El dato
Juan Carlos Castañares, el albañil de 52 años acusado del crimen de uno de sus hijos y del intento de homicidio de su esposa, seguía privado de la libertad en la Estación de Policía Comunal de Tapalqué. Según lo informado, estuvo un día internado en el hospital de esa ciudad por cuestiones de salud, aunque ayer ya había sido trasladado nuevamente a sede policial.
“ELLA ES MUY FUERTE”
“Mi mamá siempre estuvo consciente de lo que pasó con mi hermano. Se enteró ese mismo día lunes por la tarde, estando internada, de que se había muerto. Pero ella creo que ya lo sabía desde antes. Ni bien lo vio caer, que se le cerraban los ojos y quedó ahí”, declaró ayer Regina Castañares.
“Al velorio no pudo ir. Pero fue a despedirlo al entierro. Hablé con los médicos y la dejaron ir. Lo fue a despedir a mi hermano el martes a las once de la mañana. Después, la llevamos de vuelta al hospital porque tenía que seguir internada, ya que había sangrado mucho porque estuvo parada”.
Un día después, a Norma Isabel Luna le dieron el alta desde el Hospital Pintos.
“Ahora está bien, gracias a Dios. Ella es creyente y es muy fuerte. Ni bien le dijeron que había fallecido su hijo, una amiga de ella que es catequista me contó que mi mamá estaba muy conciente de que mi hermano ya no estaba. Ella dice que ahora tiene dos nietas acá en la tierra y un hijo en el cielo”.
UN CABO DEL EJÉRCITO QUE JUGABA AL FÚTBOL
Una imagen de Pedro Gabriel “Tchami” Castañares, vestido con el uniforme militar. Ayer se ofició una misa en su memoria en la Parroquia del Carmen.
“Cuando a mi hermano lo llevaron al hospital ya no había nada más que hacer. La Dra. (María del Carmen) Ruiz me dijo que también estaba mal por lo que pasó. Es que ella lo había atendido a mi hermano cuando tuvo un accidente de tránsito y me habló de lo que le había costado recuperarlo. ‘Y ahora, que lo maten de esta forma, a mí también me pone mal’, me dijo cuando hablé con ella en el hospital”, contó ayer Regina.
Pedro Gabriel “Tchami” Castañares era un cabo del Ejército, adonde años atrás había ingresado como soldado voluntario.
Aficionado al fútbol desde chico, jugó en todas las categorías del club River de esta ciudad hasta debutar en la Primera División.
En mayo de este año había sufrido un grave accidente de tránsito en el cruce de 25 de Mayo y Salta, donde un auto lo embistió cuando iba en moto.
Eso hizo que estuviera muchos meses para poder recuperarse, dado que había sufrido lesiones óseas de gravedad que implicaron que permaneciera internado en el Hospital Pintos y también en el Argerich de Buenos Aires.
Hacía poco que había vuelto a trabajar en el Ejército, tras superar las secuelas de ese accidente.
Quimey y Lihué se llaman las dos hijas, una de cuatro y la otra de dos años de edad, que había tenido.
“Ahora vivía en mi casa porque recientemente se había separado. A él le encantaba jugar al fútbol, siempre le gustó. Estuvo alrededor de seis meses sin trabajar a causa del accidente de tránsito. Estuvo muy grave. Lo salvó la Dra. Ruiz”, recordó su hermana.
Ayer, en la Parroquia del Carmen, en la misa oficiada en horas de la tarde se rezó en memoria del joven asesinado hace seis días por su papá.

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